miércoles, 1 de abril de 2009
GEOGRAFIA DE ANTIOQUIA
El territorio político del departamento de Antioquia está localizado al noroccidente de Colombia, con dos tercios (2/3) de su área en la Región Andina, su zona noroccidental en el litoral Caribe y su área occidental en la llanura de la Región Pacífica. Ocupa un área total de 62.150 km², lo que corresponde al 5.44% del territorio nacional continental. El departamento está cruzado por las cordilleras Central y Occidental y su relieve es uno de los más escarpados del mundo. El mayor asentamiento humano se presenta en el área del Valle de Aburrá y sus regiones aledañas, es decir, el área que rodea a la ciudad de Medellín. Buena parte del territorio antioqueño son llanuras que se extienden al occidente, norte y oriente. Los únicos límites montañosos de Antioquia son aquellos del sur, con los departamentos de Caldas, Risaralda y Chocó, y un tramo de Bolívar, al nororiente. Tiene además 240 kilómetros de costa sobre el Mar Caribe.
CERRO QUITASOL
Quitasol es el nombre de uno de los cerros naturales del Valle de Aburrá, en el departamento de Antioquia, Colombia.
El Cerro Quitasol está ubicado en el Municipio de Bello, una de las nueve localidades del Area Metropolitana de Medellín. Es el más imponente de los cerros tutelares del valle.
El Quitasol —como se le conoce comúnmente entre los bellanitas— esconde el camino indígena de la comunidad Cacique Niquía. En las laderas del Cerro se encuentran las huellas de una antigua civilización que poseía conocimientos de ingeniería. Ello les permitió idear y construir una ruta cuya historia yace en medio del misterio: el camino de piedra de los aburráes de Niquía.
El cerro también es víctima frecuente de incendios forestales que dañan su valor paisajístico.
Quitasol es el nombre de uno de los cerros naturales del Valle de Aburrá, en el departamento de Antioquia, Colombia.
El Cerro Quitasol está ubicado en el Municipio de Bello, una de las nueve localidades del Area Metropolitana de Medellín. Es el más imponente de los cerros tutelares del valle.
El Quitasol —como se le conoce comúnmente entre los bellanitas— esconde el camino indígena de la comunidad Cacique Niquía. En las laderas del Cerro se encuentran las huellas de una antigua civilización que poseía conocimientos de ingeniería. Ello les permitió idear y construir una ruta cuya historia yace en medio del misterio: el camino de piedra de los aburráes de Niquía.
El cerro también es víctima frecuente de incendios forestales que dañan su valor paisajístico.
RIO CLARO
La Reserva Natural Cañon del Río Claro “ El Refugio” se encuentra ubicada en la vertiente suroriental de la cordillera central en el departamento de Antioquia, Colombia. Compartiendo linderos entre los municipios de Puerto Triunfo, San Luis y Sonsón, a 40 km del nacimiento del río entre el alto del tigre y el alto de la Osa (Sonsón) y a 57 km de la desembocadura del río Magdalena. La reserva está ubicada a 3 horas de Medellín por la autopista Medellín-Bogotá en el kilometro 152 y a 5 Horas de Bogotá en el kilómetro 264
EL PLANETARIO DE MEDELLIN
El Planetario de Medellín "Jesús Emilio Ramírez", abre sus puertas por primera vez el 10 de octubre de 1984, y desde esta fecha hasta 2008 han visitado sus instalaciones más de un millón de personas.
Está entendido como un lugar permanente y sostenible para perpetuar en la comunidad, entre otros objetivos, el interés por la astronomía y el espacio exterior. Sirve además de auditorio a exposiciones científicas muy variadas y de frontera, como la mecánica cuántica, la biología molecular y otras, a cargo de respetables académicos nacionales y extranjeros.
En el Planetario, como escenario educativo, se pretende crear un ambiente informal, dinámico y lúdico de aprendizaje con un enfoque interactivo que integre, con una gran capacidad de sugerencia, los fenómenos del universo en sus diferentes temáticas, a través de la ciencia, la tecnología, el arte y la pedagogía.
El propósito es que el Planetario sea un espacio de fomento de la cultura científica y tecnológica de los ciudadanos y que incentive la mentalidad científica y la creatividad tecnológica.
El Planetario de Medellín Jesús Emilio Ramírez en su relación con la ciencia y la tecnología fue concebido como un centro para recrearse en el conocimiento desde la divulgación científica y tecnológica, promover el amor por las ciencias, fomentar el espíritu científico y tecnológico y hacer explícitas las posibilidades de innovación en el mundo contemporáneo.
Fue renovado completamente en el año 2006, y está integrado a la mayor zona lúdica, tecnológica y científica de la ciudad, al norte de Medellín. En sus inmediaciones están situados el Parque Norte, el Parque Explora, el Parque de los Deseos y dependencias importantes de la Universidad de Antioquia.
Entre sus servicios se incluyen auditorio, biblioteca, y una exposición permanente sobre la historia
Está entendido como un lugar permanente y sostenible para perpetuar en la comunidad, entre otros objetivos, el interés por la astronomía y el espacio exterior. Sirve además de auditorio a exposiciones científicas muy variadas y de frontera, como la mecánica cuántica, la biología molecular y otras, a cargo de respetables académicos nacionales y extranjeros.
En el Planetario, como escenario educativo, se pretende crear un ambiente informal, dinámico y lúdico de aprendizaje con un enfoque interactivo que integre, con una gran capacidad de sugerencia, los fenómenos del universo en sus diferentes temáticas, a través de la ciencia, la tecnología, el arte y la pedagogía.
El propósito es que el Planetario sea un espacio de fomento de la cultura científica y tecnológica de los ciudadanos y que incentive la mentalidad científica y la creatividad tecnológica.
El Planetario de Medellín Jesús Emilio Ramírez en su relación con la ciencia y la tecnología fue concebido como un centro para recrearse en el conocimiento desde la divulgación científica y tecnológica, promover el amor por las ciencias, fomentar el espíritu científico y tecnológico y hacer explícitas las posibilidades de innovación en el mundo contemporáneo.
Fue renovado completamente en el año 2006, y está integrado a la mayor zona lúdica, tecnológica y científica de la ciudad, al norte de Medellín. En sus inmediaciones están situados el Parque Norte, el Parque Explora, el Parque de los Deseos y dependencias importantes de la Universidad de Antioquia.
Entre sus servicios se incluyen auditorio, biblioteca, y una exposición permanente sobre la historia
miércoles, 25 de marzo de 2009
miércoles, 18 de marzo de 2009
LOS SILLETEROS ANTIOQUEÑOS
Los silleteros están estrechamente ligados a la historia de Antioquia y de Colombia. En el tradicional Desfile de Silleteros, que se realiza cada mes de agosto en Medellín, se escenifica la permanencia ceremonial de este oficio, convertido en emblema de la ciudad y de la Feria de las Flores.
Durante la Colonia, cuando algunos pasos de cordillera casi infranqueables no permitían la utilización de animales de carga -como bueyes, mulas o caballos-, los silleteros hicieron posible el intercambio de productos y la movilización de viajeros entre lugares muy distantes; su habilidad consistía en soportar a sus espaldas, durante largas jornadas, cargas cuyo peso alcanzaba los 75 kilos. Crónicas de viaje de finales del siglo XIX describen caravanas de un centenar de silleteros avanzando disciplinadamente por los caminos de montaña.
En otras regiones del país, como el Valle del Cauca, Quindío, Nariño y Chocó, también existió el oficio de silletero, hasta cuando fueron desplazados gradualmente del paisaje por el tren y el automóvil. Sólo en algunos reductos de Antioquia y Chocó persistió, hasta bien entrado el siglo XX, la figura del silletero.
Desde su origen existieron dos categorías de silleteros: en primer lugar, los “cargueros”, que portaban exclusivamente mercancías; a sus espaldas ingresaron los más variados objetos, procedentes del propio país o del otro lado del océano. Vajillas, porcelanas, herramientas, pianos, muebles, máquinas, imágenes religiosas y el menaje de los viajeros se confiaban a la habilidad del carguero, durante largos recorridos de varias jornadas.
El otro especialista, el silletero propiamente dicho, ejerció el transporte de pasajeros y fue denominado, según la región, como faquín, caballito, peón de tercio, sillero y peón de brega, términos que muestran la extendida geografía de la labor. Responsables de conducir y proteger la vida de quien se instalaba a sus espaldas, fueron descritos como individuos fuertes, conversadores y serviciales, cuyo profundo conocimiento del medio paliaba las duras jornadas de los viajeros.
La silleta y el silletero se adaptaron a la modernización de Antioquia y del país; así, en muchas viviendas campesinas, la silleta persistió como un instrumento útil asociada al transporte de personas desvalidas o enfermas, o para movilizar productos, y para el campesino de Santa Elena en especial, fue un recurso del que se sirvió con ingenio para la tarea de comercializar sus productos en Medellín. La ciudad se familiarizó, de esta manera, con el silletero vendedor de flores y hortalizas, que recorría las calles céntricas y los barrios como proveedor por encargo de ciertas familias. Fue común verlos en las más célebres plazas de mercado, como la de Cisneros o la de Flórez, y en los atrios de las iglesias, hasta convertirse en un vistoso personaje incorporado al paisaje cotidiano de la ciudad.
Hoy en día, los silleteros de Santa Elena se han transformado en figuras ceremoniales. De su antiguo rol como comerciante de flores y hortalizas, el silletero ha derivado en un auténtico artesano floral que con gran destreza manual fabrica las silletas, esas originales y elaboradas composiciones, de elevado sentido estético, que exhibe en su desfile anual.
Estos silleteros y silleteras, habitan en su gran mayoría este medio rural, el corregimiento de Santa Elena, y se dedican principalmente, en sus parcelas, como cualquier campesino de la región, al cultivo de papa, hortalizas, flores, frutales como la mora y la fresa, al cuido de sus vacas y gallinas; algunos han continuado la tradición de la comercialización de flores y hortalizas en Medellín; los hay que son empleados de empresas o trabajadores oficiales, y otros han continuado estudios universitarios.
En su condición de silletero, este campesino se ha convertido en uno de los símbolos más preciados de Medellín, categoría ésta que fue refrendada hace más de una década en una votación popular, por medio de unos cupones entregados en los hogares con la cuenta de los servicios públicos. Para los silleteros ello es un honor, que se le retribuye con premios, galardones, aplausos y exclamaciones de admiración que la multitud expresa a su paso por las calles. Además, merced a los contratos, reciben un pago de la alcaldía por su participación, según escalas establecidas para cada categoría de silletas.
La imagen del silletero ha trascendido el ámbito de lo local, y Medellín tiene en ella un emblema, grato como el que más, para su proyección nacional e internacional. Delegaciones de silleteros, en función de embajadores de la ciudad, han desfilado en otras ciudades de Colombia y del mundo; Cali, Cartagena, Barranquilla, Bogotá, Roma, Camberra, Londres, Madrid, Miami, Nueva York, Barcelona, han recibido la visita de los silleteros paseando con su colorida carga, impregnando de calidez y vistosidad estos lejanos lugares, y haciendo resonar en ellos una tradición que el Desfile de Silleteros exalta mediante la acompasada y colorida conquista de las calles y los corazones de miles de espectadores.
Durante la Colonia, cuando algunos pasos de cordillera casi infranqueables no permitían la utilización de animales de carga -como bueyes, mulas o caballos-, los silleteros hicieron posible el intercambio de productos y la movilización de viajeros entre lugares muy distantes; su habilidad consistía en soportar a sus espaldas, durante largas jornadas, cargas cuyo peso alcanzaba los 75 kilos. Crónicas de viaje de finales del siglo XIX describen caravanas de un centenar de silleteros avanzando disciplinadamente por los caminos de montaña.
En otras regiones del país, como el Valle del Cauca, Quindío, Nariño y Chocó, también existió el oficio de silletero, hasta cuando fueron desplazados gradualmente del paisaje por el tren y el automóvil. Sólo en algunos reductos de Antioquia y Chocó persistió, hasta bien entrado el siglo XX, la figura del silletero.
Desde su origen existieron dos categorías de silleteros: en primer lugar, los “cargueros”, que portaban exclusivamente mercancías; a sus espaldas ingresaron los más variados objetos, procedentes del propio país o del otro lado del océano. Vajillas, porcelanas, herramientas, pianos, muebles, máquinas, imágenes religiosas y el menaje de los viajeros se confiaban a la habilidad del carguero, durante largos recorridos de varias jornadas.
El otro especialista, el silletero propiamente dicho, ejerció el transporte de pasajeros y fue denominado, según la región, como faquín, caballito, peón de tercio, sillero y peón de brega, términos que muestran la extendida geografía de la labor. Responsables de conducir y proteger la vida de quien se instalaba a sus espaldas, fueron descritos como individuos fuertes, conversadores y serviciales, cuyo profundo conocimiento del medio paliaba las duras jornadas de los viajeros.
La silleta y el silletero se adaptaron a la modernización de Antioquia y del país; así, en muchas viviendas campesinas, la silleta persistió como un instrumento útil asociada al transporte de personas desvalidas o enfermas, o para movilizar productos, y para el campesino de Santa Elena en especial, fue un recurso del que se sirvió con ingenio para la tarea de comercializar sus productos en Medellín. La ciudad se familiarizó, de esta manera, con el silletero vendedor de flores y hortalizas, que recorría las calles céntricas y los barrios como proveedor por encargo de ciertas familias. Fue común verlos en las más célebres plazas de mercado, como la de Cisneros o la de Flórez, y en los atrios de las iglesias, hasta convertirse en un vistoso personaje incorporado al paisaje cotidiano de la ciudad.
Hoy en día, los silleteros de Santa Elena se han transformado en figuras ceremoniales. De su antiguo rol como comerciante de flores y hortalizas, el silletero ha derivado en un auténtico artesano floral que con gran destreza manual fabrica las silletas, esas originales y elaboradas composiciones, de elevado sentido estético, que exhibe en su desfile anual.
Estos silleteros y silleteras, habitan en su gran mayoría este medio rural, el corregimiento de Santa Elena, y se dedican principalmente, en sus parcelas, como cualquier campesino de la región, al cultivo de papa, hortalizas, flores, frutales como la mora y la fresa, al cuido de sus vacas y gallinas; algunos han continuado la tradición de la comercialización de flores y hortalizas en Medellín; los hay que son empleados de empresas o trabajadores oficiales, y otros han continuado estudios universitarios.
En su condición de silletero, este campesino se ha convertido en uno de los símbolos más preciados de Medellín, categoría ésta que fue refrendada hace más de una década en una votación popular, por medio de unos cupones entregados en los hogares con la cuenta de los servicios públicos. Para los silleteros ello es un honor, que se le retribuye con premios, galardones, aplausos y exclamaciones de admiración que la multitud expresa a su paso por las calles. Además, merced a los contratos, reciben un pago de la alcaldía por su participación, según escalas establecidas para cada categoría de silletas.
La imagen del silletero ha trascendido el ámbito de lo local, y Medellín tiene en ella un emblema, grato como el que más, para su proyección nacional e internacional. Delegaciones de silleteros, en función de embajadores de la ciudad, han desfilado en otras ciudades de Colombia y del mundo; Cali, Cartagena, Barranquilla, Bogotá, Roma, Camberra, Londres, Madrid, Miami, Nueva York, Barcelona, han recibido la visita de los silleteros paseando con su colorida carga, impregnando de calidez y vistosidad estos lejanos lugares, y haciendo resonar en ellos una tradición que el Desfile de Silleteros exalta mediante la acompasada y colorida conquista de las calles y los corazones de miles de espectadores.
PUEBLITO PAISA(CERRO NUTIBARA)
MEDELLIN-ANTIOQUIA
Hace mucho tiempo el Valle donde hoy se sitúa Medellín, existía un gran lago en el que solo sobresalían dos pequeñas islas. Una de ellas era el Cerro Nutibara. Siglos después, vivieron cerca de él, enormes mastodontes que se paseaban por el valle. Este territorio también fue habitado por indígenas que convirtieron el Cerro en un centro religioso y para honrar memoria a uno de los más valientes líderes antioqueños, el Cacique Nutibara. El cerro lleva su nombre. Este heroico indígena fue un gran defensor de los suelos conquistados por los españoles.El Cerro es una formación montañosa aislada de los aluviones del Río Medellín ubicado en el centro geográfico del Valle de Aburrá, en medio de la zona urbana y es uno de los pocos ecosistemas que se conservan en el plano director de la ciudad. Con sus treinta y una (31) hectáreas de extensión y ochenta (80) metros de altura, se encuentra en la margen occidental del Río Medellín entre los ramales central y oriental antioqueños de la Cordillera Central de los Andes. Está delimitado por el Norte con la calle 32 D y la Avenida 33; por el Occidente con la carrera 65; por el Sur con la calle 30ª y por el Oriente con el puente que une la Avenida del Ferrocarril con la Avenida Guayabal. Antes del Pueblito, un matadero público...Según los registros históricos más remotos que se tienen sobre el cerro en donde se construyó el Pueblito Paisa, en tiempos de la colonia, éste fue propiedad de una señora que se llamó Marcela de La Parra, y por este nombre "el morro de Marcela de La Parra", se le identificó hasta que una familia de apellido "Cadavid", pasó a ser su nueva propietaria, adquiriendo por nombre, "El Morro de Los Cadavides". Así se le conoció incluso hasta dos años después de que el municipio lo comprara en 1927, a la sociedad del Matadero Público y Feria de Medellín -por el costo de $50.000-, por iniciativa del concejal Joaquín Cano.Para el año de 1929 la Sociedad de Mejoras Públicas, SMP, le insinuó al Concejo -y este aceptó-, hacer el cambio en el nombre para hacerlo menos privado y más público, pero que a la vez, se identificara con la región. Aunque la primera iniciativa para el cambio fue el de abrir un concurso, finalmente el nombre fue escogido por los miembros de la Junta de la SMP, entre los que se encontraban: Cerro de los Alcácerez (el nombre que obtuvo más votos después del escogido), Cerro Aburraes, Cerro de Ayacucho y Cerro de Bárbula.Con la escogencia del nombre de "Nutibara" se quiso hacer un homenaje al más rico y poderoso de los Caciques, cuyos dominios se extendían por casi todo el occidente, desde la Sierra de Abibe hasta el río Cauca, reconocimiento que por ese entonces le hacía la Academia Antioqueña de Historia en sus trabajos de investigación.Lenta transformación del cerro NutibaraDespués de que se le hiciera el cambio de nombre, en el año de 1930, el Municipio autorizó a la Sociedad de Mejoras Públicas para que trabajara en la elaboración de diseños y planos para la construcción de un parque recreativo en el cerro, propuestas que debían ser presentadas y aprobadas por el Concejo.Para el año de 1939 se aprobó el plano "Nutibara Futuro", que incluía el trazado y construcción de carreteras internas y externas para facilitar el acceso, glorietas, kioscos, siembra de multiplicidad de árboles, parqueadero, lago, cascadas, puentes rústicos, senderos peatonales, miradores y un restaurante en su cima. Fue así como para el mes de agosto de ese año, ya se habían sembrado los primeros 510 árboles, frente a los 60 mil que soñaba con sembrar don Ricardo Olano. En este año también se emprendió la construcción de la primera carretera que se convirtió en la principal, cuya entrada se hizo por la calle 30A, vía que fue iluminada por la Empresa de Energía Eléctrica en el año de 1955.Dentro de esta serie de trabajos que realizó la SMP en compañía con el Municipio de Medellín, se cuenta la construcción del primer tanque de agua, entre los años de 1940 y 1943, con el fin de surtir de agua al cerro.Para el año de 1951 el Municipio decidió entregarle el cerro en comodato a la SMP, que en adelante se encargaría de su administración y de las obras destinadas a la construcción de un parque o paseo público. Aunque en el mes de octubre de ese mismo año se inauguró el primer restaurante, obra que fue adelantada con la colaboración del municipio, dieciséis años después, en el año de 1967, el Alcalde de ese momento solicitó a la Personería cancelar el contrato con la SMP, por su incumplimiento, es decir, para la fecha, la Sociedad no había iniciado las obras de construcción del parque público. Desde entonces, el cerro ha sido manejado por el Municipio de Medellín.Desde 1930, la Sociedad de Mejoras Públicas trató de diseñar un parque público para hacer del Cerro Nutibara un atractivo turístico y distintivo de la ciudad. Solo hasta 1975, con motivo del tricentenario de Medellín, el Instituto de Crédito Territorial, el Sena y el Banco Central Hipotecario decidieron unirse para financiar la construcción de un pueblito antioqueño con todas las características tradicionales. Como toda gran obra, el Pueblito Paisa tuvo también un acontecimiento que marcó su inspiración y que años después se materializaría. Este hecho tuvo lugar en el año de 1969, cuando la Fábrica de Licores de Antioquia, realizó una exposición de flores a la que llamó "Pueblito en flor". Su escenografía se basó en la construcción de una réplica de pueblo antioqueño, con calles y plaza principal, en el que se expusieron las flores de la temporada. En un comienzo, las autoridades pensaron en comprar aquella escenografía que había sido realizada por el club de jardinería, sin embargo, la inconsistencia de los materiales, pues habían sido sólo fachadas falsamente unidas, no permitieron concretar ningún negocio.Sin embargo, la idea se había gestado y en adelante los esfuerzos estuvieron encaminados a su realización. Al cabo de dos años el municipio sacó a licitación la elaboración de los planos para la construcción de una réplica de pueblo en la cima del cerro Nutibara, concurso que fue declarado desierto en dos oportunidades.Entre tanto, en el año de 1974, se procedió con la construcción del restaurante-Mirador, que estuvo a cargo de la firma I. y L.H. Forero, sitio en donde actualmente funciona el restaurante en el primer piso y la galería en el segundo. Una vez terminadas las obras, el Mirador le fue entregado a un particular en calidad de arrendamiento con la condición de que éste adelantara, entre otras, las obras del típico pueblo antioqueño.Al año siguiente, con motivo de la celebración del tricentenario de Medellín, el entonces Gerente General del Instituto de Crédito Territorial, Pedro Javier Soto Sierra, le transmitió la iniciativa al arquitecto Julián Sierra Mejía, quien en adelante se apropiaría del proyecto y lo concretaría con unos planos y diseños que fueron trabajados de la mano con Planeación y la Junta de Educación, Cultura y Recreación del Municipio. Entre las primeras cosas que se acordaron fue la de dividir el proyecto en zonas: una urbana y otra rural.El señor Soto Sierra, quien a la vez hacía parte de las Juntas Directivas del Sena y Banco Central Hipotecario, impulsó la financiación de la parte urbana del proyecto recogiendo $1.500.000, que fueron aportados por estas tres instituciones, mientras que el particular -que tenía en arriendo el Mirador-, se encargaría de la zona rural, que abarcaba la construcción de la continuación de la "calle Real", la tienda caminera con su correspondiente trastienda y cocina típica, un trapiche, un establo y una herrería, las que serían destinadas a la venta de comida típica, complementada con un cafetal, cañaduzal y platanal. Sin embargo, el particular nunca cumplió con las condiciones del contrato -las referentes a las obras que debía realizar-, frustrando esta parte del proyecto, y después de enfrentar un largo y conflictivo proceso jurídico, la Administración recuperó el control sobre el cerro en el mes de abril de 1978.Se hace realidadDespués de aprobados los planos, elaborados por el arquitecto Julián Sierra Mejía en abril de 1976, se procedió con las obras que estuvieron bajo su cargo, del Departamento Técnico de Turantioquia y del Municipio de Medellín.Iniciados los trabajos, empresas privadas entraron a refinanciar el proyecto, debido entre otras cosas, a que el presupuesto planteado se había quedado corto. Es así como Coltejer, Compañía Colombiana de Tabaco, Compañía Nacional de Chocolates, Noel y Suramericana, le inyectaron recursos, a los que se les sumó la pintura que aportó Pintuco.EDIFICACIONES QUE COMPONEN EL PUEBLITOEl Pueblito Paisa es la representación del marco de la plaza de un típico pueblo antioqueño de comienzos de siglo XX. Para su composición se pensó en la construcción de la iglesia, cuya blanca espadaña sobresale del terracota de los tejados de barro de las casas de arquitectura entre colonial y vernácula de una y dos plantas, entre las que se encuentra la Casa Cural, la Alcaldía, la Escuela, la Barbería, la Fonda, la Tienda, la Casa Típica y las restantes viviendas que complementan la plaza empedrada.ÁREA TOTAL: 435 m2 que se dividen de la siguiente manera:ÁREA CAPILLA: 105 m2ÁREA ESCUELA: 80 m2ÁREA ALCALDÍA: 32 m2ÁREA CASA CURAL: 47 m2ÁREA ESTANCO: 12 m2ÁREA BARBERÍA: 12 m2ÁREA BOTICA: 12 m2ÁREA VIVIENDA SEGUNDO PISO: 75 m2ÁREA CASA ARTESANÍAS (5): 60 m2Aunque la estructura portante de la iglesia y las casas no deja de ser la réplica de un pueblo antioqueño de 1900, su creador, el arquitecto Sierra quiso imprimirle un toque de realismo, adquiriendo materiales de construcción y objetos que databan de esa época.En abril de 1976 muchos de los habitantes del antiguo municipio de El Peñol, demolían sus viviendas para dar paso a la Represa. Así que el arquitecto Sierra se desplazaba hasta el pueblo para adquirir aquellos materiales de demolición y saldos como puertas, ventanas y chambranas. Igual destino corrieron los materiales y buena parte de los enceres de la antigua casa de Ejercicios Espirituales del San Vicente, ubicada entre la Avenida Oriental y la carrera Chile y las calles Barbacoas y Argentina, demolida también entre 1976 y 1977.Es así como la puerta de acceso a la iglesia del Pueblito Paisa, era la puerta de entrada de la Casa de San Vicente, lo mismo que el altar en madera, objetos que databan de los años veinte aproximadamente. La pila bautismal, de cerca de cien años, es originaria de Sonsón; y el Misal en latín, data de 1840; los pupitres de La Escuela y la cama que hay en la Casa Cural, datan de finales del siglo XIX y comienzos del XX, igual que las sillas de la barbería los cuadros y los implementos de la cocina.Y como todo pueblo que se respete tiene fuente y monumento a algún ilustre personaje, el Pueblito Paisa no fue la excepción y para el mes de diciembre de 1977 se le encomendó al maestro Gustavo López, la elaboración de un busto en bronce del máximo exponente de la literatura antioqueña: Tomás Carrasquilla, obra que fue entregada en los primeros meses del año siguiente, tiempo en que Empresas Públicas de Medellín, dotó al cerro de un transformador de 7.6 kilovatios.Finalmente y después de una inversión total de $2.100.000, el 3 de marzo de 1978, el Pueblito Paisa fue inaugurado y entregado a la ciudadanía por el alcalde de entonces, el doctor Guillermo Hincapié Orozco y la Directora de Fomento y Turismo, la señora Mariluz Nichols Vallejo.Con el paso de los años sin embargo, tanto las administraciones municipales como algunas empresas privadas, han estado interviniendo el Cerro con el fin de hacerlo más cómodo a los visitantes y lograr así una mayor apropiación de parte de los antioqueños por uno de los más importantes pulmones del Valle de Aburrá.Para el año de 1985, el periódico El Mundo y la cadena radial Caracol, se unieron para regalarle al Cerro la señalización de los espacios más importantes con vallas en acero inoxidable. Así mismo, en este mismo año, se le encomendó a la artista María Villa, la realización del Viacrucis para el Templo, que consistió en catorce pinturas al óleo sobre lienzo, de 40 x 50 cm cada uno, obra que fue entregada a comienzos de 1986 y que se exhibe al lado de las pinturas del Corazón de Jesús y Santa Teresa, también de la maestra, fallecida en Medellín en 1991. También fue en 1986 cuando se construyeron dos nuevos senderos peatonales, uno para ascender al cerro desde la entrada de la calle 30A y otro que va desde la escultura del Cacique Nutibara, hasta el teatro Carlos Vieco, caminos que fueron iluminados al año siguiente por las Empresas Públicas de Medellín.Desde el Gobierno Nacional (1982-1986) se tomó la decisión de convertir al Cerro Nutibara en un gran centro cultural y dotarlo de un parque de esculturas, el que imprimió una nueva dinámica a este sitio para que traspasara su condición única de "reserva" en búsqueda de una verdadera identidad con vigor y fuerza propia. En un tiempo record de 15 días, en diciembre de 1983, los artistas invitados dieron vida a uno de los proyectos culturales más ambiciosos de América Latina. Fue una idea del entonces Presidente de la República, el antioqueño, nacido en Amagá, Belisario Betancur Cuartas. El Museo de Arte Moderno de Medellín, lo promovió, la Administración Municipal, lo acogió y lo realizó con la colaboración de algunas empresas privadas de la Ciudad el "Eterna Primavera". El parque recoge una de las expresiones escultóricas colectivas más importantes de la década de los 80 del siglo pasado. Las 10 esculturas son de corte modernista y abstracto, son la expresión inconfundible de lo que hoy se llama arte participativo. Son obras abiertas, a través de las cuales el público puede contemplar la ciudad moviéndose a sus pies e integran al hombre con el paisaje.
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